Viajar en crucero no es solo trasladarse de un puerto a otro. Es una cultura en sí misma: una forma de viajar donde el mar dicta el ritmo, el barco se convierte en tu hogar y cada día despiertas en un destino diferente sin haber movido tu maleta.

A lo largo de mis años en la industria y como navegante, he tenido la fortuna de conocer distintas navieras, cada una con su personalidad, estilo y magia. Y si hay algo que siempre digo a mis clientes es esto: un crucero es un viaje que todo viajero debe vivir al menos una vez en la vida.

Porque no hay nada comparable: la sensación de zarpar, el horizonte que se abre, el sonido del mar que acompaña cada noche, y la hospitalidad única que solo existe en este segmento del turismo.

Hoy quiero llevarte a descubrir, categoría por categoría, cómo se vive un crucero desde dentro.

Gran Lujo: El silencio del mar y la perfección en los detalles

Lo primero que sorprende al embarcar en un crucero de Gran Lujo es la calma. No hay anuncios por megafonía, no hay multitudes corriendo a las piscinas. Todo fluye con serenidad.

Recuerdo mi experiencia en Seabourn: al subir al barco, un miembro de la tripulación me llamó por mi nombre sin que yo lo hubiera dicho. Mi suite estaba preparada con flores frescas y champaña de bienvenida. Esa primera noche, mientras navegábamos por los fiordos noruegos, cené un menú diseñado por un chef con estrella Michelin acompañado de un maridaje perfecto. No había prisa, no había ruido: solo el murmullo del mar contra el casco.

En Regent Seven Seas, otro viaje inolvidable fue despertar en el Mediterráneo y tener la certeza de que cada excursión estaba incluida, desde un paseo privado en Roma hasta un recorrido por viñedos en la Provenza. El lujo, en estos barcos, no está en ostentar, sino en hacerte sentir que cada detalle ha sido pensado para ti.

Esta categoría es para quienes valoran la intimidad, la exclusividad y la perfección. El viajero de Gran Lujo sabe que el tiempo es el recurso más valioso, y aquí todo está diseñado para disfrutarlo al máximo.

Upper Premium: cultura y gastronomía en alta mar

En el Upper Premium descubrí lo que significa viajar sin prisa. No se trata de ver más lugares, sino de vivirlos más profundamente.

En un crucero con Oceania Cruises, partí desde Barcelona hacia el Adriático. Lo que más recuerdo no fue solo el itinerario, sino las cenas a bordo: cada noche era un homenaje a la cultura culinaria de la región. Un risotto al funghi mientras navegábamos rumbo a Venecia, un vino croata servido con precisión por el sommelier, todo pensado para que el destino se prolongara en el paladar.

Con Azamara viví una experiencia inolvidable en Estambul. Gracias a sus famosas “AzAmazing Evenings”, tuve la oportunidad de asistir a un concierto privado en una mezquita histórica. Al regresar al barco, la sensación era clara: no solo había visitado Turquía, la había vivido.

El Upper Premium está hecho para viajeros curiosos, amantes de la cultura y la buena mesa. Gente que disfruta tanto de la ciudad como del barco, porque entiende que un crucero no es un escape, sino una forma de aprendizaje continuo.

Premium: tradición y descubrimiento

El segmento Premium es donde descubrí la elegancia clásica combinada con itinerarios llenos de posibilidades.

En Holland America Line, recuerdo una travesía en Alaska. Mientras desayunaba frente a un ventanal panorámico, el capitán anunció que nos acercaríamos más de lo previsto a un glaciar. El silencio a bordo cuando el hielo empezó a crujir y desprenderse fue algo imposible de describir. Era la naturaleza en su máxima expresión, vista desde la comodidad de un barco con todo el confort.

En Celebrity Cruises, la innovación fue la protagonista: navegar en la clase Edge, con sus balcones “infinity” que desaparecen en el horizonte, me hizo sentir que mi habitación se fusionaba con el mar.

Y en Disney Cruise Line, confirmé lo que significa viajar en familia. Niños y adultos con sonrisas auténticas, personajes que aparecían de sorpresa en cubierta y espectáculos al nivel de Broadway. Lo sorprendente es que, incluso para los adultos, hay espacios exclusivos de relajación, spas y restaurantes gourmet.

El Premium es el segmento más versátil: combina cultura, confort y magia, perfecto para parejas, familias o jubilados que desean viajar con calidad, sin caer en excesos de lujo.

Estándar: el mar convertido en un parque de diversiones

La primera vez que navegué en un Royal Caribbean, entendí por qué lo llaman un resort flotante. Toboganes que cruzan varios pisos, simuladores de surf, espectáculos de Broadway… el barco se convierte en destino en sí mismo.

En Norwegian Cruise Line probé por primera vez el concepto de “Freestyle Cruising”. Sin horarios rígidos, sin cenas formales obligatorias: podías elegir comer sushi a medianoche o asistir a un show de comedia al amanecer. Esa libertad fue refrescante, sobre todo para quienes buscan un viaje relajado y flexible.

Y con Carnival, la fiesta no se detuvo nunca. Familias enteras, grupos de amigos celebrando, música en cada esquina. Fue un recordatorio de que un crucero también puede ser pura diversión.

Esta categoría es ideal para quienes aman la energía, la variedad y la convivencia. Perfecta para viajeros primerizos o familias que quieren un viaje lleno de acción.

Expedición: navegar hacia lo desconocido

Los cruceros de expedición son otra historia: aquí el lujo no está en los camarotes (aunque algunos lo ofrecen), sino en la posibilidad de explorar donde casi nadie llega.

En un viaje con Australis en la Patagonia, bajé en un zodiaco a una playa desierta frente a un glaciar azul intenso. El guía, un biólogo chileno, nos habló de cómo esas formaciones llevan miles de años transformando el paisaje. Nunca olvidaré el silencio absoluto: solo se escuchaban las aves y el choque del hielo contra el agua.

En Seabourn Venture, la experiencia fue distinta: lujo y exploración. Hacer kayak en la Antártida y después regresar a una suite con mayordomo fue una mezcla única de aventura y confort.

Los cruceros de expedición son para espíritus inquietos que buscan algo más que turismo: buscan transformación personal en contacto con la naturaleza.

Fluviales: la elegancia de viajar sin prisa

Si los océanos son vastedad, los ríos son intimidad. En un crucero fluvial con Viking, recorrí el Danubio. Despertar en Viena, desayunar frente a la ópera y al día siguiente estar en Budapest fue un sueño cultural.


En AmaWaterways, disfruté de cenas maridadas mientras navegábamos por viñedos franceses. Los barcos pequeños favorecen la convivencia: terminas compartiendo mesa con otros viajeros, conversando sobre historia, arte o gastronomía.

Los fluviales son perfectos para quienes aman la cultura, el ritmo pausado y la elegancia de viajar al corazón de las ciudades.

La cultura del crucero: un viaje que todos deberían vivir

Cada categoría tiene su personalidad, pero todas comparten una misma esencia: la magia de vivir el mar como parte de tu viaje.

El turismo de cruceros es un segmento único: combina transporte, hotelería, gastronomía, entretenimiento y cultura en un solo lugar. Y lo mejor: cada día despiertas en un destino distinto sin haber movido tu equipaje.

Por eso, siempre digo que un crucero es un viaje que todo viajero debe experimentar al menos una vez en su vida. Ya sea la intimidad del lujo, la energía del estándar o la cultura de los fluviales, navegar te conecta con el mundo de una manera imposible de replicar en tierra.

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